viernes, 21 de diciembre de 2012

LA IMPERMANENCIA Y LOS CICLOS DE LA VIDA




Hay fases de éxito en que las cosas vienen a ti y se desarrollan, y
fases de fracaso en que las cosas se marchitan, se desintegran y
tienes que dejarlas ir para que puedan surgir otras nuevas, o para que
se produzca la transformación.
Si, llegado a ese punto, te apegas y te resistes, te estás negando a
seguir el flujo de la vida, y eso te hará sufrir. La disolución es
necesaria para que se produzca un nuevo crecimiento. Ambos aspectos no
pueden existir separadamente.
La fase descendente del ciclo es absolutamente esencial para la
realización espiritual. Debes de haber fracasado rotundamente a algún
nivel, o haber experimentado una pérdida seria o un dolor, para
sentirte atraído por la dimensión espiritual. O quizá el éxito mismo
haya perdido significado, quedándose vacío y convirtiéndose en
fracaso.
El fracaso reside oculto en cada éxito, y el éxito en cada fracaso. En
este mundo, es decir, en el nivel de las formas, todos "fracasamos"
antes o después, y todas las realizaciones acaban convirtiéndose en
nada. Todas las formas son impermanentes.
Puedes mantenerte activo y disfrutar manifestando y creando nuevas
formas y circunstancias, pero ya no te identificarás con ellas. No las
necesitas para tener una identidad. Ellas no son tu vida; sólo son tu
situación de vida.
El ciclo tiene una duración variable que va de unas pocas horas a
varios años. Hay ciclos largos y ciclos breves dentro de los ciclos
largos. Muchas enfermedades se generan por luchar contra las fases de
baja energía, que son vitales para la regeneración. La acción
compulsiva y la tendencia a extraer la propia autoestima y la
identidad de factores externos, como el éxito, es una ilusión
inevitable mientras te identifiques con la mente.
Esto hace que no puedas aceptar las fases bajas del ciclo, que no las
dejes ser. Finalmente, la inteligencia del organismo puede adueñarse
de la situación como medida de autoprotección y provocar una
enfermedad que te obligue a detenerte para que pueda tener lugar la
necesaria regeneración.
En cuanto la mente juzga que un estado o situación es "bueno", le toma
apego y se identifica con él, tanto si se trata de una relación como
de una posesión, un papel social, un lugar o tu cuerpo físico. La
identificación te hace feliz, hace que te sientas bien contigo mismo,
y ese estado o situación puede llegar a convertirse en parte de quien
eres o de quien crees ser.
Pero nada es duradero en esta dimensión donde la polilla y el orín
consumen. La situación acaba, o cambia, o puede producirse un cambio
de polaridad: lo que ayer o el año pasado era bueno, súbita o
gradualmente se vuelve malo. La misma situación que antes te hacía
feliz, ahora te hace desgraciado. La prosperidad de hoy se convierte
en el consumismo vacío de mañana. La boda feliz y la luna de miel se
convierten en un doloroso divorcio o en una convivencia infeliz.
O también puede ocurrir que desaparezca una situación y su ausencia te
haga infeliz. Cuando el estado o situación con el que la mente se ha
identificado cambia o desaparece, ésta no puede aceptarlo. Se apegará
al estado que ha desaparecido y se resistirá al cambio. Es casi como
si nos cortaran un miembro del cuerpo.
Esto significa que tu felicidad y tu infelicidad son, de hecho, la
misma cosa. Sólo las separa la ilusión del tiempo.
NO OFRECER RESISTENCIA A LA VIDA es estar en un estado de gracia,
tranquilidad y ligereza, un estado que no depende de que las cosas
sean de cierta manera, buenas o malas.
Parece paradójico y, sin embargo, cuando desaparece la dependencia
interna de la forma, la situación general de tu vida, lo que tiene
relación con las formas externas, parece mejorar enormemente. Las
cosas, las personas o las situaciones que creías necesitar para ser
feliz ahora llegan a ti sin esfuerzo ni lucha por tu parte, y eres
libre de disfrutarlas y apreciarlas mientras duren.
Todas esas cosas, evidentemente, seguirán teniendo un final, los
ciclos irán y vendrán, pero cuando desaparece la dependencia,
desaparece también el miedo a la pérdida. La vida fluye con
tranquilidad.
La felicidad derivada de una fuente secundaria nunca es muy profunda.
Sólo es un pálido reflejo de la alegría de Ser, de la vibrante paz que
encuentras en tu interior cuando entras en el estado de
no-resistencia. El Ser te lleva más allá de los opuestos polares de la
mente y te libera de la dependencia de la forma. Aunque todo colapsara
y se derrumbara a tu alrededor, en lo profundo de tu núcleo interno
seguirías sintiéndote en paz. Puede que no te sintieras feliz, pero al
menos estarías en paz